En tema histórico, veamos en que consistía la rueda mortal y después, otras torturas bestiales. La
bestialidad humana para infligir sufrimiento a otros no ha tenido límites a lo
largo de la Historia. Bien es verdad que en muchos casos se trataba de imponer
ley y orden por vía del terror para hacer desistir a los malhechores que
asaltaban y asesinaban en los caminos a los transeúntes. Pero en otras
ocasiones se empleaba con fines políticos para imponer un poder o una determinada ideología
religiosa.
La rueda mortal, como se observa en el grabado de la época, consistía en
poner al condenado sobre una rueda y el verdugo le iba dando golpes con una
barra de hierro para provocar dolor. Los golpes no eran mortales, sino que
dejaban al condenado vivo aunque medio destrozado. Después era abandonado en la
plaza pública agonizando para que los pájaros fueran comiendo su cuerpo a
trozos.
El buey de bronce era un refinado método de infligir sufrimiento. El
condenado era introducido en el viente del animal metálico. Debajo se hacía una
fogata. La persona que estaba dentro era asada viva y por los orificios de la
nariz del buey salían sus gritos para espanto de todos los presentes que se
supone tomaban nota de lo que les esperaba si se salían de la raya.
El empalamiento con la pirámide o cono de empalar era también una tortura
lenta. El condenado era sentado con su ano sobre el vértice de la pirámide y
sujeto con argollas y cuerdas de forma que no se podía apenas mover. Por su
propio peso se iba clavando en la pirámide. Los desgarros eran cada vez mayores
a medida que se hundía su cuerpo y el cono penetraba.
El aserramiento por la mitad era otro método cruel y sangriento. Como
muestra la imagen, el condenado era colgado de un entramado de madera boca
abajo y los verdugos usaban una gran sierra de cortar árboles para cortar el
cuerpo por la mitad.
En la foto anterior vemos lo que se conocía como Dama de Hierro. Es como un sarcófago metálico que se abre por delante. Su interior está lleno de pinchos puntiagudos. Al cerrar las puertas delanteras de la Dama, los hierros punzantes se clavan en el cuerpo del condenado, con las consecuencias que se puede uno imaginar.
Torturas para obtener confesiones
Métodos como los anteriores eran mortales pero también se empleaban sistemas para obtener confesiones. Lo más usado en la Edad Media eran los tornillos rompedores de huesos. Una abrazadera de hierro se colocaba sobre una rodilla o un codo del sospechoso y se comenzaba a apretar un tornillo. Como si fuera un cascanueces, el tornillo en su avance comenzaba a romper el hueso provocando dolores insoportables.
El soplete en los pies era un método también usado. Tumbado, con las plantas de los pies desnudas, una llama era paseada por la piel de las plantas quemando poco a poco. El dolor iba en aumento, como puede suponerse.
En la imagen podemos ver un tormento por estiramiento. El sospechoso era sujetado al artilugio por los brazos y por los pies se iba tirando con la soga que se iba enrollando en el travesaño como se muestra. Cuanto más se estiraba, más sufría la persona sujeta al castigo y más fácil era que confesara.
No cabe duda de que eran métodos de forzar la confesión de forma expeditiva pero tenían el inconveniente de que se indujera al sospechoso a confesar lo que la autoridad quería que confesara, con lo cual perdía su eficacia y se convertía en un método de coacción para inculpar a inocentes.
Como torturas que en principio podemos llamar menores están las máscaras de burla. El condenado, generalmente por alterar el orden con borracheras o blasfemias, era obligado a llevarla puesta durante un tiempo determinado y caminar por la calle con ella para burla de todos con los que se cruzaba. Evidentemente, mientras la llevaba puesta, no podía comer ni beber.
Corolario final:
Naturalmente todos estos salvajes procedimientos han de ser contemplados
desde el punto de vista del pensamiento de la época en que se practicaban. El
mundo antiguo era cruel y violento y la inseguridad de las personas era
permanente. Los caminos y calles eran peligrosos si no se aplicaban castigos ejemplares.
La antigua Roma, por ejemplo, decidida a que sus famosas vías que
conectaban los diferentes lugares del Imperio fueran seguras, estableció que
los asaltantes de los viandantes en dichas vías fueran buscados, detenidos y
crucificados en el mismo lugar donde habían cometido la fechoría. Ello servía
de disuasión para otros bandidos y convirtió dichas vías en lugares de tránsito
bastante seguro.
Como puede apreciarse, la historia humana está llena de salvajadas. El
ser humano es violento y capaz de las mayores atrocidades. No es raro actualmente
leer noticias sobre asesinos horrendos que no sólo matan, sino que causan
sufrimientos sin fin a sus víctimas. Hay quien piensa que se ha pasado de un
extremo al otro. De aplicar penas muy severas para los delincuentes a
aplicarles penas muy livianas, como cárceles con grandes comodidades en los países
más desarrollados.
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