El caso del hombre que fabricaba oro se engloba dentro de un gran timo históricIo. A finales del siglo XVI, la república de Venecia estaba en graves apuros económicos. Aunque el Mediterráneo seguía siendo un lugar importante de negocios el mundo había cambiado mucho desde que a finales del siglo XV se había abierto la navegación de altura en el Oceáno con el viaje de Cristóbal Colón a América.
El Dux de Venecia había decretado una montaña de impuestos y tasas que sólo hicieron que empeorar la situación. El alquimista Bragadini, de Lombardía, se ofreció al Dux para fabricar oro en cantidades industriales en base a secretos procedimientos.
El Dux, desesperado por la situación, creyó al alquimista y preparó su venida a Venecia a lo grande y de forma segura. Envió tres buques para que Bragadini se desplazara a la corte y no corriera el riesgo de ser secuestrado. En la ciudad se le dio una recepción que fue gloriosa. Llegaba el sabio salvador.
Se le exigió al alquimista una demostración. Bragadini a base de mercurio, fuego, y aditamentos que dijo eran secretos hizo aparecer oro ante los ojos asombrados del Dux y de otras autoridades. El problema económico veneciano se había acabado. Iban a ser todos muy ricos.
Vienen los malos tiempos:
Bragadini recibió dinero para que montara a lo grande su taller donde se fabricaría el oro como se fabrican ladrillos. La noticia se difundió rápidamente. Los inversores se lanzaron hacia los talleres de los alquimistas para financiarles con el propósito de que lograran hacer lo mismo que el Gran Bragadini. Es lo que hoy llamaríamos una burbuja de inversión en alquimia.
Como se puede suponer, después de toda este glorioso comienzo, el paso del tiempo iba contra el Gran Bragadini. El oro no salía a torrentes de su taller como se esperaba. Mientras el alquimista vivía a todo trapo, el Dux y otras autoridades empezaron a dudar de que fuera verdad que aquél hombre podía fabricar oro.
Bragadini, que había recibido mucho dinero y había vivido como un rey juzgó que había llegado el momento de poner pies en polvorosa huyendo hacia Alemania.
El Dux, al verse burlado recurrió al Vaticano exponiendo como aquél hombre les había timado. El Papa lanzó una condena a muerte contra Bragadini. Y las autoridades de Alemania detuvieron al alquimista y ejecutaron al hombre que fabricaba oro. Bueno, mejor dicho, que no lo fabricaba. Ese fue su problema.
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