lunes, 2 de junio de 2014

Tratado sobre vagancia: filosofía vaga

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Hoy toca un breve tratado sobre la vagancia en base a lo que podríamos llamar la filosofía vaga o del vago. Lo primero es establecer que el zángano se rige por la ley del mínimo esfuerzo. Y lo segundo, que hay una molicie buena y una mala.

La molicie buena es la propiamente filosófica: no gastar energía en estupideces innecesarias. La molicie mala es parasitaria: es la que practican los jetas que pretenden vivir a costa de otros sin dar golpe parasitando a quien sea o escaqueándose en los trabajos esperando que otros los hagan por ellos.

El buen gandul, fuente de progreso:

De la buena vagancia surgen a la larga los grandes inventos y avances tecnológicos. El buen gandul es el que acaba discurriendo como hacer algo con menos esfuerzo. Por ejemplo, el que inventó la rueda debió ser un gran vago. Sin duda estaba harto de cargar sobre la espalda grandes piedras o fardos. Y cuando todos estaban alrededor de la hoguera en la tribu, mientras los demás  danzaban alrededor del totem, él estaba tumbado recordando lo que le costaba cargar con aquellos bultos.

Hasta que un día le vino la chispa de dar con la rueda. Se construiría un pequeño carretillo y allí cargaría las piedras que le correspondía transportar. Los demás le verían como un chiflado o un flojo incapaz de soportar grandes pesos, incluso como un zángano. Pero al final, todos empezaron a usar la rueda.

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Evitar esfuerzos inútiles:

La pereza siempre ha tenido mala prensa porque se asocia con el vago parásito que pretende vivir a costa de otros y si puede ser mejor que ellos. Pero el holgazán que sigue el principio filosófico del mínimo esfuerzo no tiene nada que ver con eso.

El gandul filosófico se guía por principios básicos. Si algo no es urgente, puede hacerlo otro día. Si algo no es importante, no lo hace. Y así. Sabe que hay montones de cosas que la gente hace simplemente porque es costumbre, porque forman parte de la tradición o por imitarse unos a otros.

Viajes, celebraciones, reuniones, etc, son vistas por la filosofía vaga como esfuerzos inútiles que son perfectamente evitables. Por ejemplo, pensar que tiene que hacer una maleta y arrastrarla por aeropuertos o estaciones para ir a una excursión turística le produce sudoración intensa en el sobaco.

La zanganería filosófica establece que si puedes estar tumbado, no estés sentado. Y si puedes estar sentado, no estés de pie. Y casi todo lo que no es estrictamente necesario para la supervivencia es un esfuerzo inútil.

La tecnología que facilita la existencia es buena y la vanidad que impulsa a muchos a hacer esfuerzos para buscar la admiración de los demás, es mala.

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Haragán bueno y haragán malo:

El haragán bueno puede permitirse pensar ya que eso consume poco. La energía que necesita el cerebro cuando está funcionando no es mucha más que cuando no lo está haciendo. Y el no dedicar esfuerzos a cosas que requieren actividad física le permite dedicar más tiempo a la meditación.

El haragán malo, el parasitario, lo que trata de evitar es el trabajo necesario para producir riqueza pero no tiene problema en gastar mucha energía en todo tipo de sandeces y vicios si son de su agrado. Es capaz de pasarse toda la jornada laboral escaqueado en la fábrica sin dar hachazo o fingir una enfermedad para no ir al trabajo y después irse de copas con una pandilla de amigos hasta acabar agotados.

La pereza es considerada por las religiones como un pecado, la madre de todos los vicios. Pero eso es debido a la existencia de los perezosos malos, los parásitos. Los auténticos vagos filosóficos se mueven por una pasión, la de no hacer nada, como decía Rousseau. Y cualquier vicio exige hacer algo, luego es incompatible con ellos.

El auténtico vago filosófico no se aburre nunca, no necesita hacer montones de cosas para entretenerse. La vida contemplativa no le parece aburrida.

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La vagancia y la dirección de empresas:

Muchos ejecutivos descubrieron en los tiempos modernos la virtud de la vagancia: delegar las tareas en otros. Seleccionar a los más adecuados en cada empresa para que hagan ciertas tareas permiten que la mente de los directivos esté menos sobrecargada y pueda vaguear meditando.

Es sabido que se recomienda encargar las tareas más complejas a los que son inteligentes pero vagos porque ellos encontrarán la forma más sencilla de ejecutarlas. Es la filosofía que decía seguir el famoso mariscal Rommel: decía que a los listos y vagos los nombraba comandantes de sus batallones. También Bill Gates ha manifestado emplear ese método. Dice que los vagos siempre encuentran la solución más sencilla.

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No confundir con la desidia: 

No debe confundirse la vagancia buena filosófica con la desidia. La desidia es negligencia pero el zángano bueno no es desidioso. Suele tratar de hacer las cosas bien y por eso sabe el trabajo que conllevan. Y por eso sólo dedica sus esfuerzos a lo que merece la pena.

La desidia es casi una enfermedad psicológica o psiquiátrica, una apatía hacia todo casi depresiva o una depresión total.
  
Por no extenderme más, aconsejo seguir leyendo:



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Gracias por la visita. Perdona que no me levante.



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