REIVINDICACION DE LA ORATORIA

Hoy día, cada vez que hay un pleno parlamentario, es habitual que el político llegue al estrado, saque tropecientas mil hojas y se ponga a leer un discurso que a saber quien le ha escrito. La mayoría de las veces, habla por boca de ganso, provocando el hartazgo de los que estén interesados en seguir el debate. Puede no tener ni idea de lo que está diciendo, pero no es necesario que esté enterado a fondo de las diferentes problemáticas que afectan al Estado mientras pueda leer. Da lo mismo que hable de impuestos que de telecomunicaciones: está allí escrito, hasta con señales para indicarle si debe alzar un brazo o apoyarse en el atril.

Así, discursos tediosos, son leídos uno tras otro, por los diferentes representantes mientras los taquígrafos toman meticulosa nota de lo que podían copiar directamente de los papeles que están siendo leídos. Si en el Parlamento no estuviera permitido la lectura de los discursos ni subir a la tribuna con papeles, éstos serían más breves, los políticos tendrían que ir al grano y el público juzgaría mucho mejor el verdadero conocimiento que de los temas tienen sus representantes.
 

Hablar por boca de ganso

Nota: Antiguamente, como se escribía con plumas de ganso que se mojaban en tinteros, a los maestros les llamaban coloquialmente gansos. Como los alumnos debían repetir de memoria las enseñanzas de los maestros, se decía que hablaban por boca de ganso y de aquí, se extendió el significado de la expresión a las personas que hablan repitiendo algo de cuyo conocimiento real carecen, como puede ser cuando alguien lee lo escrito en un discurso por asesores o consejeros, que por otra parte, suelen escribir lo que saben es del agrado de su jefe, que es el que lo va a leer, generándose un círculo vicioso que puede llegar a la mayor necedad.