La conocida como hormona glotona, la grelina, es una de las causas de la obesidad y el sobrepeso. Hay quien la compara con otras sustancias adictivas. La genera el estómago
y llega con la sangre al cerebro para que este produzca un mensaje: estoy
hambriento. Y entonces, uno se pone a zampar.
En teoría, el estómago debería producir grelina cuando está vacío pero
parece que lo puede hacer incluso cuando está lleno. El motivo puede ser más o
menos como sigue. Si te gusta mucho comer pasteles, encuentras placer en ello. Así
que el estómago producirá grelina para que el cerebro autorice a comer más
pasteles.
Si comieras serrín de madera en vez de los dulces, sería una forma de
que la hormona glotona dejara de generarse generosamente. Pero es difícil
romper el círculo vicioso de grelina, pasteles, placer.
Una de las búsquedas para combatir la gordura consiste en encontrar algo
que inhiba la producción de grelina. Se han conseguido métodos que producen
anticuerpos que combaten a la hormona glotona a fecha de 2014 pero no se han
comercializado.
El problema con estos asuntos es que alterar por métodos expeditivos la
producción de una hormona puede tener consecuencias negativas en otros aspectos
del buen funcionamiento del organismo. Una falta de grelina podría producir
problemas en el corazón, por ejemplo.
No cabe duda de que una dieta equilibrada y un poco de ejercicio es lo más
adecuado para mantener un peso razonable y no parecer un hipopótamo, salvo caso
de desarreglos por enfermedad. Pero hay que ser consciente de que no siempre es
fácil debido a factores internos propios de cada persona incluso de origen genético.
Tendencia a acumular grasa:
Ya hablé en el artículo Nacidos para ser gordos sobre el Gen Ahorrador: como el gen CRTC3 que está
activo en muchas personas hace que se acumule grasa en el organismo, sobre todo
en abdómenes masculinos o traseros femeninos, al ser un resultado de la evolución
de la especie: formar reservas de grasa en previsión de malos tiempos donde el
alimento puede escasear.
Neuropéptido del apetito:
A medida que ingerimos alimentos, el NPY, (Neuro Péptido Y), baja su
concentración en el cerebro. Y el NPY es el que acentúa el apetito. Cuando está
en alta concentración indica a la mente que hay hambre, que hay que comer.
Pero el NPY también actúa en otras funciones como la capacidad de
memorizar o de aprender. O sea, que quizás tampoco está claro que algo que
inhibiera la producción de NPY fuera conveniente para combatir la obesidad.
Adelgazar no suele ser fácil:
La mayoría de la gente encuentra satisfacción ingiriendo alimentos que
saben bien ricas en grasas o azúcares: alimentos que engordan. Ese placer de
engullir cosas sabrosas hace que el organismo quiera repetir una y otra vez. Y
se genera más grelina y más NPY del que sería normal. Si encima uno tiene
activo el gen ahorrador, su metabolismo será bajo y su capacidad de almacenar
grasa en la barriga o en el trasero será alta.
No quiere decir esto que uno deba resignarse y tirar la toalla de la
lucha contra la obesidad. Pero si debe uno ser consciente de la dificultad de
la tarea. Nos enfrentamos a algo genético e instintivo, producto incluso de
miles de años de evolución de la especie.
Durante miles de años, los alimentos siempre eran escasos. Y ahora, en
el mundo desarrollado, nos encontramos rodeados de ricos productos a los que
les rezuman las calorías por todas partes. Nuestro organismo no ha tenido
tiempo a adaptarse a ello.
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