El enamoramiento podría
considerarse como un caos obsesivo compulsivo y un productor de divorcios. El
enamorado piensa de forma obsesiva casi todo el tiempo en la persona que es
objeto de su pasión. La idealiza y en su presencia se acelera el pulso y hasta se suda más. Lo que se explica a continuación debe tenerse en cuenta a la hora de ligar.
En realidad se genera una
situación de estrés. La adrenalina y el cortisol aumenta con el enamoramiento,
de ahí la mayor pulsación y sudoración mientras la serotonina disminuye. La
serotonina es una hormona que produce el organismo y tiene efecto
tranquilizador. Al disminuir con el enamoramiento, el enamorado entra en una
fase de nerviosismo y de agitación.
Si la persona que es objeto
del deseo responde positivamente a los requerimientos de su enamorado, se
produce en éste un estado de euforia que puede llegar a producir alteraciones
en el sueño o en el apetito. Si la persona que es objeto de deseo no responde positivamente, el enamorado se hunde en la desesperación y depresión ansiosa.
Maníacos desquiciados y obsesivos:
Así pues, los enamorados se
comportan un poco como maniáticos desquiciados y obsesivos, con todos su parámetros
corporales alterados. Es como si las hormonas enloquecieran y alterasen el
cerebro.
Los encuentros sexuales
iniciales hacen que el nivel de locura aumente. Sólo con el tiempo y la
costumbre se va atenuando el desequilibrio mental de los enamorados. Poco a
poco, los niveles de adrenalina y de cortisol van bajando mientras la
serotonina va subiendo y tranquilizando al sistema nervioso.
Atenuación con el tiempo:
Si la relación prosigue,
llega un momento que la fase de enamoramiento con manifestaciones de desordenes
obsesivos compulsivos se va atenuando y los enamorados van recuperando la
cordura. El problema es que es entonces cuando empiezan a tomar conciencia de
cómo es realmente el objeto de su amor, antes idealizado. Si los enamorados se
han casado, el divorcio aparece en el horizonte.
Resumen:
El enamoramiento es una
alteración mental producido por ascenso del nivel de unas hormonas como la
adrenalina y el cortisol y un descenso de otras, como la dopamina. Se produce
una ilusión mental de idealización del otro que cuanto mayor sea, más riesgo es
que se produzcan grandes desengaños con los consecuentes divorcios.
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