No es que la tendencia hacia la promiscuidad o la monogamia de hombres y mujeres dependa del volumen de la cabeza de cada uno. Pero todo está interrelacionado. En un principio, las hordas primitivas se agrupaban en pequeños grupos donde se desconocía el mecanismo de la reproducción. El embarazo de la mujer se asociaba a espíritus. Los hombres cazaban o protegían a las mujeres de los depredadores mientras ellas recolectaban frutos silvestres. Los hombres más fuertes y dominantes tenían acceso a las mujeres de la tribu. Se producía el fenómeno de selección natural en su más pura esencia. Varios hombres copulaban el mismo día con la misma mujer y el espermatozoide más capaz de todo el semen de esos hombres depositado en su vagina, era el que fecundaba el óvulo.
Pero si la práctica del sexo para el hombre implicaba poco riesgo, no era así para la mujer. Porque el ser humano, al hacerse bípedo, comenzó a desarrollar más volumen de cabeza en proporción al cuerpo que otros anímales de cuatro patas. Pero también al hacerse bípedo, el canal pélvico de la mujer se limitó en tamaño por la postura erguida. Por ello, el parto para la hembra humana bípeda se hizo doloroso y peligroso ya que la cabeza del feto pasa muy justa por dicho canal.
Cuando en vez de depender de la caza y de la recolección silvestre el hombre dejó la vida nómada e hizo asentamientos estables, dedicado a la agricultura y la ganadería, descubrió que los animales cautivos no se reproducían si no se juntaban machos con hembras para que tuvieran relaciones de acoplamiento. Pronto comprendió que el acto sexual y la fertilización de la hembra por el macho era el causante del embarazo.
Ello dio lugar a que el hombre descubriera que él era el engendrador de los niños. Y si controlaba a las mujeres con las que yacía, se aseguraba ser el padre de los que nacieran y el propietario. Por un lado, ello llevaba al acaparamiento de las mujeres del grupo por los más dominantes o a establecer reglas de reparto de mujeres para evitar peleas entre los hombres para el acceso a ellas. Pero el afán promiscuo de los hombres seguía genéticamente intacto. Lo normal es que se diera la poligamia, en que un hombre tenía varias mujeres, según su estatus. O la monogamia, que permitía que más hombres accedieran a mujeres, evitando el acaparamiento y los conflictos que se derivaban.
Por su parte, las mujeres, al conocer que la relación sexual con un hombre era lo que producía el embarazo y dado que dicho embarazo y posterior parto era algo costoso y doloroso para ellas, trataron de que fuera lo más beneficioso dadas las consecuencias y por ello procuraban elegir a los hombres de los que pudieran obtener más beneficio. O sea, la promiscuidad no les interesaba. Les interesaba reservarse para los hombres más poderosos del grupo. Así, durante miles de años, la mujer comenzó a seleccionar a los hombres que consideraba más aptos como padres de sus hijos.
EL ACTIVO ERÓTICO
A las mujeres atractivas las ha dotado la naturaleza con un activo de partida, el activo erótico. Sabedoras de que la belleza y la voluptuosidad es apreciada por los varones, no es extraño que esas mujeres empleen su atractivo en la caza de los hombres mejor situados socialmente.
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4 comentarios :
Qué quieres que te diga, a mí no me atrae ser un pedazo de carne con ojos y doy gracias por ello.
Es simple como el mecanismo de un reloj
El cambio evolutivo debió ocurrir cuando la madre de Moratinos parió a Moratinos. Ahí es cuando las hembras vieron la luz y decidieron elegir al mejor situado.
A mi me dijeron una vez, hace ya muchos años, que pensar en clave de sexo aumentaba el tamaño de la cabeza y ahora, con los años, he aprendido que no es cierto. Deben hablar de otra cosa.
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