El timo fantástico que le hicieron a Napoleón fue el de invitarle a jugar contra el
famoso autómata El Turco en Viena. En realidad, había un complot para
secuestrarle durante su visita a la ciudad, pero el complot fracasó. Como se
sabe, el autómata jugador de ajedrez era un bluff: dentro de la mesa sobre la
que estaba el tablero había un diestro maestro del juego.
Pero lo que quiero destacar
es la audacia del hombre que se metía dentro de la mesa para engañar a Napoleón
y a otros reyes y personalidades que también aceptaron el desafío de intentar
ganar a lo que presentaba como una máquina capaz de pensar.
Parece sencillo despachar el
tema con que dentro de la mesa había un jugador de ajedrez. El sistema era
realmente ingenioso y laborioso. Una serie de hilos y poleas permitían mover
los brazos del Turco (así era como estaba vestido el autómata) para que a su
vez desplazara las piezas sobre el tablero.
El jugador que estaba
allí encerrado no podía ver apenas nada. Las piezas eran magnéticas y cuando se posaba una
en una casilla, movía un resorte que advertía al jugador encerrado de que
casilla y ficha se trataba. Entonces él, a tientas, en otro tablero que tenía
dentro, marcaba la jugada. Y tenía que tirar de
los hilos que accionaban los brazos del Turco para mover a su vez pieza.
La dificultad del jugador
camuflado:
Todo eso sin hacer ruidos.
Hay que imaginarlo. El jugador allí encerrado, sin poder hacer ruido, ni
estornudos, ni toses, ni ventosidades. A oscuras y jugando una partida contra
Napoleón (y otros reyes y personalidades en otras ocasiones). Realmente
alucinante.
El caso es que el jugador
allí encerrado en la partida contra el Emperador francés se trataba de
Allgaier, un maestro del ajedrez. Le derrotó a Napoleón tres veces. En la
tercera y última partida, cuando el Turco le dio el jaque mate, el corso se
encolerizó, se levantó y dio un manotazo a las piezas que salieron despedidas
por todas partes.
Lo único que hubiera faltado
es que hubiera descubierto que dentro de la mesa de juego estaba un hombre. Y
no digamos si hubiera sospechado que todo formaba parte de una trama para
entretenerle y ver de secuestrarle. Hubiera podido mandar pasar por las armas a
Viena entera.
El inventor del engendro:
El inventor del engendro
del supuesto autómata que pensaba y jugaba fue el ingeniero de Eslovenia Von
Kempelen. La máquina se conocía también como Automatón y adquirió mucha fama
por toda Europa y después en EE.UU., donde también se hicieron partidas de
exhibición.
La clave era contratar a un
maestro del ajedrez que estuviera dispuesto a jugar allí encerrado, en el cajón
secreto de la mesa. Porque cuando se enseñaba el bajo de la mesa al público, se
veían resortes y engranajes, no se veía que al fondo había un hueco para una
persona.
Años sin descubrirse el
truco:
Varios maestros del juego
pasaron por esa máquina y ganaron partidas a otros campeones del ajedrez así
como a Reyes, Emperadores y políticos. Puede parecer increíble que tanta gente
se tragara que aquello era una máquina automática capaz de entender el ajedrez.
Pero hay que tener en cuenta que en esos tiempos se desarrolló enormemente la
fabricación de mecanismos complejos.
Todo tipo de artilugios
sofisticados surgieron entonces. Cajas de música, calculadores matemáticos,
pájaros que cantaban, bailarines que bailaban, etc. La ciencia y la ingeniería
estaban avanzando mucho y se empezaba a pensar que todo era posible. El
Automatón asombraba pero se consideraba plausible.
Pasaron muchos años antes de
que se hiciera público lo que algunos ya sospechaban, que dentro del Automatón
había una persona. Al final, uno de los maestros del ajedrez que jugó escondido
en la mesa, lo contó a la prensa. Otra versión es que alguien que sospechaba que allí había un tío escondido, durante una representación pública gritó "fuego, fuego" y el jugador que estaba camuflado dentro de la mesa salió de estampida y todos lo vieron. Pero parece que lo más real es el chivatazo a la prensa.
Mérito enorme:
Pero el mérito de esa
persona para jugar a oscuras, sin poder meter ruido y encima tener que accionar
los hilos que desplazaban los brazos del Turco, ganando además la partida
incluso a jugadores avezados, era enorme. Y la mente del ingeniero que construyó el artilugio, que no era nada sencillo, también es de tener en cuenta.
Otros artículos de tema histórico:
La mujer es más parecida al mono
Poner cuernos y derecho de pernada
3 comentarios :
Magnifica historia... Casi da para una novela
Gracias Bucan!
El ejemplo actual lo tenemos en las máquinas tragaperras..., todos sabemos que dentro de ellas hay un chino que controla las jugadas... ;), cuando esta llena, llama a otro chino y la vacía, jeje!
Fue en aquella epoca cuando se invento el ordenador por la hija de lord Byron
Publicar un comentario