El caso del espía falso jeta y muy vago descubierto sucedió en EE.UU. Un funcionario de Medio Ambiente se hacía pasar
también en su trabajo como agente de la CIA. Presentaba documentos en el que se
le encomendaban viajes y misiones a diferentes lugares del mundo y como
funcionario, Medio Ambiente le pagaba las dietas que le correspondían así como
billetes de avión.
Por ejemplo, el Sr. Beale
decía que tenía que irse a Afganistán en misión secreta y se quedaba en su casa
bebiendo cerveza y viendo la tele o cambiaba los billetes de avión y se iba a Miami a tomar el sol. Figuraba como agente de alto rango y se hospedaba en
hoteles de lujo cuyas facturas eran abonadas por la Administración.
Durante más de diez años
apenas aparecía por el trabajo. Siempre estaba de misión confidencial. La misión,
naturalmente, era no dar ni golpe. El organismo de Medio Ambiente donde
trabajaba este hombre presentó demanda contra él al averiguar que era falso que
fuera un agente de inteligencia.
Por su parte la CIA está
molesta con el individuo por el engaño ya que considera que hay agentes que de
verdad tienen que ir en misiones reservadas muchas veces peligrosas o incómodas
mientras esta persona se estaba lucrando con la falsificación que había hecho y
se dedicaba al dolce farniente sin dar ni hachazo.
Hay que reconocer que no hubiera hecho mal papel como espía de verdad: se pasó diez años engañando al Organismo de Medio Ambiente de EE.UU. sin que se enteraran que estaban tratando con un vago y un jeta de tomo y lomo.
Hay que reconocer que no hubiera hecho mal papel como espía de verdad: se pasó diez años engañando al Organismo de Medio Ambiente de EE.UU. sin que se enteraran que estaban tratando con un vago y un jeta de tomo y lomo.
Y ya que estamos con el tema en una historia que casi entra en el apartado de humor, contaré un chiste de espionaje.
Chiste
Se trata de un espía que va huyendo de unos enemigos y de repente ve una monja. Se acerca, le explica que necesita esconderse, que su vida está en peligro y le pide que ella deje que se esconda en cuclillas debajo de las faldas de su hábito. La monja le dice que bueno. El tío se esconde allí y pasa un buen rato. Cuando considera que ha pasado el peligro sale y mira picaronamente a la monja y le dice que no pudo evitar tocar un poco sus piernas, que si no llega a ser por su condición de religiosa de buena gana hubiera seguido tocando más arriba. Y entonces la monja le responde: “Pues si tocas un poco más arriba hubieras tocado mis pelotas, porque yo soy un tío y soy otro espía”.
En el enlace siguiente tienes un breve relato de un caso de espionaje real:
Mientras tanto:
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