Primero fueron las tribus y cuando las tribus se juntaban, daban lugar a ciudades imperio (Atenas, Roma, etc). Las ciudades, se unían para originar naciones. Pero igual que el concepto de Nación superó al concepto de Ciudad y el de Ciudad al de Tribu, el concepto de Estado ha superado al concepto de Nación.
Y el Estado democrático ya no puede regirse por criterios de raza, religión o lengua, ni puede estancarse en fueros antiguos o supuestos derechos históricos. El Estado democrático promueve la igualdad efectiva en derechos y deberes de todos sus ciudadanos sin atender a territorio, raza, religión o lengua, ni otros supuestos derechos colectivos.
Y los Estados democráticos europeos están en marcha para la construcción de un nuevo Estado, la UE, donde un austriaco acabará siendo un ciudadano similar a un portugués o a un italiano. Y aunque coloquialmente todo el mundo habla en muchas ocasiones de tal nación o tal otra para referirse a un país, ese término no tiene el significado que pretenden asignarle los talibanes nacionatas.
Aquellos que quieren seguir teniendo comportamiento tribal, con sus caciques y chamanes regionales, abrazando y difundiendo los perversos enunciados nacionalistas, impulsando supuestos derechos de territorios o lenguas, no intentan más que una regresión en el desarrollo de la libertad, el conocimiento y la riqueza de las personas.
Aunque ya sabemos que en realidad, muchos de ellos, se refugian en el nacionalismo como vía de promoción y posicionamiento social y con vistas a trincar todo lo que puedan mientras muchos tontos útiles, a los que han estimulado sus emociones más primitivas, les corean y les votan para que les desvalijen.
El nacionalismo es una ideología perversa, que antepone supuestos derechos de lenguas, territorios, razas o religiones, sobre los derechos del individuo. Debería estar denunciado desde la UE y exigirse responsabilidades a sus propagadores.
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