Los paganini son aquellos que como su propio nombre indica, pagan a tocateja sus impuestos. Cada vez que llegan unas elecciones, empiezan a temblar. El paganini pone la tele y aparecen los candidatos: que si ordenadores para unos, que si subvenciones para otros,…
No importa lo que prometan. Sabe que para él no es nada de eso (ni en su mayor parte para los que de verdad lo necesitarían). Sabe que él es un paganini. Cuanto más chilla el candidato, cuando va a hacer una propuesta buscavotos de envergadura, más taquicardia le da al paganini.
Las puestas en escena fabulosas, con luces de miles de watios, con efectos especiales,…, lejos de impresionarle, le producen sudores fríos. Sabe que él es el que paga la fiesta.
No importa lo que prometan. Sabe que para él no es nada de eso (ni en su mayor parte para los que de verdad lo necesitarían). Sabe que él es un paganini. Cuanto más chilla el candidato, cuando va a hacer una propuesta buscavotos de envergadura, más taquicardia le da al paganini.
Las puestas en escena fabulosas, con luces de miles de watios, con efectos especiales,…, lejos de impresionarle, le producen sudores fríos. Sabe que él es el que paga la fiesta.
Y no es un trago que el paganini pasa cada cuatro años, no. Hay elecciones europeas, elecciones estatales, elecciones autonómicas, elecciones municipales, elecciones sindicales, elecciones, elecciones… Y allí está él, el paganini, aterrorizado, delante de la pantalla. El paganini quita el volumen del aparato y ve los primeros planos mudos de candidatos a los que se les desencajan las mandíbulas abriendo la boca. No sabe lo que dicen, pero no le importa. Digan lo que digan, él sabe que siempre se traduce en que tendrá que pagar más impuestos
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