El caso del conductor que dispara contra un radar de control de tráfico sucedió en 2009 en la provincia de Lérida (España) en la carretera N-230 en el municipio de Villaler. El hombre de nombre Carlos P.S. había sido multado en dos ocasiones en ese lugar por exceso de velocidad así que decidió cargarse el radar a tiros.
Realmente fue una decisión estúpida porque lo único que iba a conseguir era destruir un bien público que rápidamente sería sustituido por otro. Y también fue propio de un estúpido la forma de llevarlo a cabo. Llegó con su coche al lugar y aparcó en la orilla contraria a donde estaba el objetivo provisto de un rifle con el que disparó.
Pero no se percató de que la cámara de radar grababa lo que sucedía y su vehículo quedó registrado cuando aparcaba. Y se daba la circunstancia que era un vehículo Audi de color azulado especial único en la comarca de los sucesos. La policía, investigando lo sucedido, comprobó en los registros de vehículos y las pesquisas les llevaron al presunto autor, Carlos.
Aunque el detenido negó los hechos tanto la grabación del coche aparcando así como el hecho de que Carlos era propietario de un rifle que se ajustaba al tipo de munición empleada para acribillar al radar de tráfico, acabó siendo acusado y condenado.
En mayo de 2012 un juzgado condenó a Carlos a una multa de algo más de cinco mil euros y a pagar el coste del aparato sobre el que disparo, algo más de treinta mil euros, en caso de que la compañía de seguros no se hiciera cargo del daño por considerar que dicho tipo de daño no esté incluido en la póliza.
Lo cierto es que los radares son odiados por muchos conductores pero son un elemento importante para intentar lograr que no se vulneren los límites de velocidad. Hay que tener en cuenta que la velocidad es la principal causa de los siniestros graves. Cualquier fallo en la conducción por tonto que sea se traduce en mayor tragedia cuanto más alta es la velocidad.
Hay que recordar que la inercia que lleva un cuerpo crece con el cuadrado de la velocidad. Y esa energía cinética se libera de golpe en un impacto. Daños que pueden ser moderados a noventa por hora se convierten en brutales a ciento veinte y no digamos nada a más velocidad. El confort de los vehículos actuales hace que se pierda noción de la velocidad a la que uno circula.
Incluso llama la atención el hecho de que no esté penalizado con más castigo que una multa el atentar contra un elemento como un radar de tráfico que forma parte de un sistema de seguridad en la carretera.
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