Cuando sopla el viento divino y las bragas de novia quedan al aire, los ojos de los invitados masculinos se alegran. Algo tan recóndito y secreto, se desvela. El viento divino se lo llamaban los japoneses al viento que soplaba fuerte del Este y que había hundido a una flota china cuando se dirigía a invadir Japón. Pero el que levanta las faldas de las novias es tanto o más divino que aquél otro tan providencial.
Yo, cada vez que asisto a una boda, es para esperar a ver si el vendaval se produce y se airean los bajos de la desposada. Lo cierto es que durante la fiesta del compromiso deberían ser ellas las que las enseñaran sin necesidad de la ayuda del aire. ¿Es justo que una prenda que habrán elegido cuidadosamente para día tan señalado sólo la vea el novio?. Al fin y al cabo, es al que menos le interesa, porque lo que está esperando es que se las quite. A los que les interesa de verdad es a los invitados a la ceremonia. Y ahora os dejo, que he visto pasar a una novia. Voy a ver si ojeo algo con suerte.
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2 comentarios :
Jajajaja!
Tu perversidad no conoce límites?
Al paso que llevas pedirás pruebas de la virginidad de todas las que se casen de blanco!
Interesante reflexion que duda cabe jajajaja
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