A más inteligencia, más preocupación y pesimismo

El tener más inteligencia produce más preocupación por todo y el consiguiente pesimismo. Las investigaciones sociológicas han llegado a tal conclusión. Y ello puede conducir a ser depresivo o padecer ansiedad. Tiene su lógica ya que en el proceso de la evolución humana preocuparse era un factor de supervivencia. Ya lo dice el refrán, que el hombre precavido vale por dos. 

El que podríamos tachar de pesimista tomaba sus precauciones antes de salir a una muta de caza donde podría encontrarse a otros tremendos depredadores disputándole las piezas. El optimista que confiaba en la suerte de que por allí no hubiera un tigre dientes de sable acababa tarde o temprano devorado.

La inteligencia siempre tiende al pesimismo. El más inteligente es capaz de procesar más datos sobre los eventos o imaginar lo que puede ir mal mejor que el menos inteligente.

Las investigaciones realizadas al respecto han encontrado que la gente con más entendederas tenía propensión a caer en un exceso de preocupación y entrar incluso en el terreno de la ansiedad.

El neurólogo Sanjay Mathew realizó escáneres del cerebro y vió que la sustancia blanca, que es donde se producen las comunicaciones entre las neuronas respondía de forma similar ante hechos preocupantes como respondía en los individuos de mayor capacidad intelectual.

Sin duda tener más conocimientos induce también más a la preocupación. Las personas más simples pueden subirse a un avión, un tren o un barco y confiar plenamente en que es seguro. Los que conocen los mecanismos internos de esos ingenios es más fácil que se preocupen sobre piezas vitales cuyo fallo puede ser catastrófico.

Preocupación patológica

Es inevitable preocuparse por los problemas reales que van surgiendo o pueden surgir en nuestras vidas y en modo alguno puede considerarse patológico. Y es recomendable hacerlo. De otro modo nadie cambiaría los neumáticos de su vehículo hasta que reventaran por sí solos. 

Lo que pasa es que el exceso se preocupación puede llevar a la parálisis vital o a recurrir a drogas o bebida para sobrellevarlo. Existe un punto intermedio entre preocuparse o ser un despreocupado total, un pasota. Lo difícil es establecer dicho punto intermedio. ¿Cuándo es patológica la preocupación?.

Habitualmente se considera que lo es cuando afecta a campos vitales como es la vida laboral, la vida familiar o el ocio. Pero incluso sobrellevando esas áreas vitales razonablemente bien puede pasar que la ansiedad reduzca la calidad de vida del afectado.

Algunos expertos creen que uno mismo no es capaz de auto analizarse de forma adecuada para saber si se preocupa mucho o poco por las cosas. Generalmente, los que tienen capacidad de auto análisis, tienden a pensar que se preocupan más que los demás.

Lo cierto es que algunos toman un tema determinado como objetivo de preocupación en exceso y acaban en una neurosis. Hay organizaciones que para captar adeptos excitan las emociones sobre ciertos asuntos alimentando de ese modo esas neurosis. 

La neurosis puede llevar entonces a la preocupación irracional. Una cosa es evaluar los pros y contras de cada situación en base a datos reales y conocimiento y otra es la angustia irracional provocada por supersticiones, por ejemplo. 

La inteligencia siempre produce reflexión. Y como ya vimos en el artículo Los inteligentes trasnochan más impone sus exigencias, entre ellas las de ser reacia a irse a dormir. Hace que la mente esté en actividad continua y como paradoja, puede deprimir e impedir realizar acciones o tareas. 

También es verdad que la vida en sí tiene algo de deprimente ya que existen las enfermedades, las guerras, los accidentes y para guinda final, la muerte. De aquí nadie sale vivo. Dicen que el tiempo es el mejor maestro pero va matando a sus discípulos. Decía Sartre que la existencia es una pasión inútil. 

Bueno, lo dejo aquí, que me estoy deprimiendo. Voy a preocuparme ahora de ver si posiciono el post en los buscadores de Internet.