Sin duda merece un lugar entre los famosos premios Darwin el caso de la muerte estúpida en 1982 del norteamericano David G. por disparar a un cactus gigante. David y un amigo fueron a una zona del desierto de Arizona para divertirse disparando contra las plantas desérticas que allí crecen.
Primero empezaron disparando contra plantas pequeñas hasta destrozarlas pero les pareció poca diversión y decidieron balear a otras más grandes. Así que acabaron disparando contra un Saguaro de seis metros de altura y más de cien años.
A base de tiros en el tronco base de la planta lograron que ésta se desplomara. Pero no tuvieron en cuenta el peligro que ello suponía: la enorme planta se derrumbó cayendo sobre David que murió aplastado por ella.
Atacar a las plantas del desierto está considerado un acto de vandalismo. Muchos van al desierto para reventar a los cactus a base incluso de explosivos. Primero lo hacen caer, después introducen las cargas en el interior de la planta y las hacen estallar.
Si talar árboles es una actividad peligrosa incluso realizada por profesionales, el hacer actos de gamberrismo con ellos lo es aún más. Cuando el gamberro se está divirtiendo se olvida aún más de las imprevisibles trayectorias que en ocasiones siguen las ramas o el tronco al caer.
Eso es lo que le sucedió a David G., un gamberro que fue víctima de su propia estupidez. Por otro lado, aclaro para el que no lo sepa que los premios Darwin se conceden a aquellos que hacen actos imprudentes que les conducen a la muerte. Se considera que así dejan de transmitir los genes idiotas y ayudan a la selección de la especie. Es una especie de humor negro.
Ejemplo de un premiado en 2014
Niaz, un paquistaní de 40 años, se llevó uno estos premios a la estupidez en 2014: creyó a pies juntillas a un chamán de nombre Sabir que predicaba poseer capacidad de resucitar a los muertos. Un día, delante de una muchedumbre, Sabir pidió un voluntario para hacer una demostración.
Niaz se ofreció voluntario y Sabir le dijo que se tumbara sobre una mesa que allí había y le explicó que primero le mataría y después le resucitaría. Cuando Niaz se tumbó, Sabir lo apuñaló y le dio muerte ante los ojos asombrados de la muchedumbre. Después el chamán Sabir comenzó a hacer los ritos mágicos de la resurrección con el resultado que puede suponerse: el estúpido de Niaz seguía muerto y bien muerto.
Cuando Sabir observó que sus ritos no daban resultados y antes de que llegara la policía, se dio a la fuga. Pero finalmente fue capturado y acusado de asesinato.
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