Una anécdota histórica. Que los elefantes odian el pescado es la charla que el dictador nacional socialista alemán Hitler dio un día a sus invitados después de la cena.
Lo sorprendente es que esa charla la dio el día en que se había producido la invasión aliada en Normandía.
Mientras los mandos militares alemanes estaban de los nervios, Hitler estaba eufórico. Su médico personal le había inyectado dosis de metanfetaminas y opiáceos para subirle el ánimo.
La acción de esas drogas hacían que Hitler perdiera el contacto con la realidad. Después de las cenas, solía dar largos espiches de incluso horas sobre los temas más variopintos.
Esa noche empezó a hablar de los elefantes africanos, diciendo que era el animal más peligroso y fuerte y que como él mismo, odiaban el pescado. Es difícil entender el seguidismo y admiración que muchos de esos comensales manifestaban por el líder nacional socialista. Es difícil entender el que no se percataran que estaba como una cabra.
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