Una de catalofobia y andalucifobia. En unas declaraciones a la SER, Esperanza Aguirre, queriendo contrarrestar las afirmaciones de Chaves que la llamó catalofóbica (y andalucifóbica), dijo “ yo amo a los catalanes…”. Acusar de catalonofóbico o andalucifóbico a alguien que hace críticas sobre algunas cosas que suceden en Cataluña o en Andalucía es torticero y demencial. Y el que anda repartiendo por ahí diagnósticos de fobias de forma agresiva, lo más probable es que padezca complejos de tipo neurótico o trate de desviar la atención hacia otros asuntos que le interesa ocultar.
Pero nos parece que Aguirre se pasa de frenada con lo de “amo a los catalanes”. Para empezar, que no les conoce a todos. Y después, que en Cataluña seguro que hay tantas buenas personas o canallas como puede haber en cualquier otro sitio. Incluso, tantos estúpidos, como muy bien estableció Cipolla: el porcentaje de estúpidos es igual en cualquier sociedad. Otra cosa es que en Cataluña, como en todos los lugares donde acampa esa ideología perversa que es el Nacionalismo, haya estúpidos más recalcitrantes y más peligrosos, si es que puede haber estúpidos poco peligrosos.
Esperanza Aguirre debería pues evitar entrar en la dialéctica de los mendrugos y centrar sus esfuerzos en denunciar al nacionalismo. Porque además, ahora tendría que decir lo mucho que ama a los andaluces. Y luego, lo mucho que ama a los riojanos, y lo mucho que ama a los vascos, y luego lo mucho que ama a los gallegos, y al final, quedará agotada de tanto amar.
Aunque bien mirado, teniendo en cuenta el nivel del debate político en éste país, podría convertirlo en un slogan electoral: cuando vaya a un sitio, sea el que sea, por ejemplo, Teruel, antes de empezar a dar un discurso, diría “yo amo a los turolenses”. En todos los lugares la esperarían alborozados para oír como les ama.
Aunque bien mirado, teniendo en cuenta el nivel del debate político en éste país, podría convertirlo en un slogan electoral: cuando vaya a un sitio, sea el que sea, por ejemplo, Teruel, antes de empezar a dar un discurso, diría “yo amo a los turolenses”. En todos los lugares la esperarían alborozados para oír como les ama.
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