El cuadro adjunto de relaciones hombres y mujeres es una simplificación en tono jocoso, pero sin duda recoge algo de lo que habitualmente pasa. Existe lo que podríamos llamar la guerra de los sexos o la esgrima del flirteo. Por un lado, los hombres, cuya carga genética les impulsa a la promiscuidad y a cubrir a todas las hembras que se pongan a tiro. Por el otro, las mujeres, con una sensibilidad más a flor que sus cortejadores masculinos y generalmente más exigentes con los que han de ser sus parejas.
Ya vimos en otro post como según una encuesta de Procter and Gamble de finales de 2011, más del 80% de las mujeres se fijaban ante todo en la posición económica del hombre y sobre el 60% valoraba su responsabilidad como futuro padre. Ello obliga al hombre a esforzarse en dar una imagen adecuada ante la mujer con la que quiere copular, aunque sea fingiendo. Y obliga a la mujer a prestar atención a detalles como la apariencia del hombre, su forma de hablar, su forma de escucharla y sobre todo, su lenguaje corporal.
Así pues, es una especie de lucha de fingimientos lo que se desarrolla en torno al ligoteo entre hombres y mujeres. Ellos fingen tratando de adaptarse al que estiman es el tipo ideal de la mujer que tienen enfrente. Y ellas, sabedoras de que los hombres juzgan ante todo su exterior, se peinan, se maquillan, se ponen zapatos de tacón y hasta se rellenan los pechos o los traseros para realzarlos.
Pero las mujeres no deben olvidar que el primer impulso del hombre hacia la mujer es el puramente sexual. Salen con ella, la escuchan, se interesan, etc, pero el objetivo es triunfar, que se quite las bragas para ellos. Y el concepto de fidelidad del hombre es muy amplio. Una mujer enamorada de un hombre es difícil que se acueste con otro. No es lo mismo en el caso del hombre enamorado. No tendría mayor inconveniente en acostarse con alguna que se lo pusiera fácil si piensa que su novia o su esposa no se van a enterar. No le concede gran importancia a las aventuras sexuales. Y si no, que se lo pregunten a las prostitutas, cuyo mayor número de clientes son hombres casados.
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4 comentarios :
Me mola ese cuadro. Es que tiene tanta razón...
ah, ah...!
Se te olvida un detalle. Las mujeres nos arreglamos, más que nada, por dar por saco a otras mujeres. Comprenderás que no existe mayor humillación que ser el patito feo del grupo.
¿Y que pasa con los que cumplen con todas las posibiladades de la tabla?
Espero que los reyes magos se hayan acordado de ti
Te robo el último párrafo para mi Facebook. Es genial y muy real, comulgue yo o no, con ello.
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