O Dios no existe o sería sádico
con su creación. Porque el sistema es demencial y bastante defectuoso. El más
vulgar ingeniero actual hubiera planificado algo mejor que un mundo donde los
seres vivos están sometidos a la implacable ley de la selección comiéndose unos
a otros. La vida consiste en realidad en una canibalización. En la cúspide de la gran comilona está el ser humano, que ingiere prácticamente
a todos y a veces a los de su misma especie.
En realidad lo que se llama
vida no es más que una mezcla de devorar a otros, padecer calamidades y enfermedades
y morir. Sólo un gran sádico podría plantear algo así. Lo que se conoce como
naturaleza, tan ponderada por muchos, no es más que una ignominiosa crueldad. Luchar
contra las inclemencias del clima y comer o ser comido. Y el animal que
consigue sobrevivir, da lo mismo, porque al final palma de una u otra manera.
La vida en el planeta Tierra
es como un enorme manicomio de devoradores y caníbales. Los seres vivos no son
más que esclavos de los genes que determinan su conducta.
La religión no fue más que un invento humano para justificar los desmanes de unos seres inteligentes contra los seres vivos. Dios aprueba que agarres a un pequeño cerdo recién
nacido y lo ases para engullirlo. Así se eliminaba la mala conciencia.
Las religiones son un
invento humano. Ningún ser vivo adora a ningún Dios salvo los hombres. Millones de especies durante millones de años no tuvieron entendimiento para sentir mala conciencia por comerse a los otros, salvo la especie humana. Dios
es un producto de la inteligencia humana para justificarse. El resto de seres
que carecen de suficiente inteligencia, están muy ocupados deglutiéndose unos a
otros bajo el dictado de los genes y las cadenas de ADN. El mundo es una carnicería de la que nadie se escapa vivo. Como dice el nadismo, somos muertos de vacaciones.
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