El caso de la novia asesina de la luna de miel se ha saldado con
una condena de treinta años para J. Graham,
que mató a su marido C. Johnson. La señora Graham, de veintidós años de edad,
que aparece en la foto vestida de boda junto al que fue su marido, que tenía
veinticinco años.
El suceso ocurrió en Montana. Después de casarse se fueron
de viaje de novios. Y cuando llevaban unos siete días de vacaciones, se trasladaron a visitar el Parque
Nacional de los Glaciares. Cuando caminaban por un sendero de
montaña, ella empujó a su marido al vacío.
La mujer regresó al hotel diciendo que su marido se había
ido de fiesta con unos amigos. Un compañero de trabajo y amigo de Jonson, al
ver que no se reincorporaba, denunció su desaparición.
Finalmente, el cuerpo del hombre fue encontrado muerto por
resultado del despeñamiento. Su joven esposa fue encontrada sospechosa ya que
su versión era que el marido se había ido de juerga.
Durante los interrogatorios, ella confesó lo sucedido, diciendo que cuando lo
empujó sólo quería evitar que él la tocase, que no estaba pensando en el lugar
peligroso en el que se encontraban. Según su versión, ella le dijo cuando estaban en el sendero que no se encontraba a gusto casada, que quizás había sido un error haber contraído matrimonio y que entonces él le replicó algo tomándola de la mano y ella le dio un empujón y el hombre se cayó por un precipicio.
Pero el hecho de que no comunicara la muerte y tratara de
ocultar la desaparición de su marido llevó a que la acusaran de asesinato en
primer grado, que implica la cadena perpetúa. La sospecha de que ella llevara la intención de librarse de él y que lo arrojase al vacío a propósito estaba en el aire. En pactos de la mujer con la
fiscalía, se acordó que si reconocía los hechos, se la condenaría por asesinato
en segundo grado, que implica treinta años de cárcel y es lo que ha sucedido.
El juez consideró que ella se había mostrado de forma
inhumana al no haber acudido a buscar ayuda por si acaso su marido aún estaba
vivo como resultas del despeñamiento y que al contrario, de forma alevosa había intentado ocultar
el hecho.
La verdad es que ella pudo haberle empujado incluso a propósito y después ir a pedir ayuda diciendo que su marido se había resbalado y caído. No había testigos. Lo que los investigadores deducen es que ella no fue a pedir ayuda porque temía que él pudiera estar vivo y contar como ella le empujó de forma deliberada.
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