El caso del craneo golpeado

Lo que se conoce como el hombre de Maba son los restos óseos de un hombre prehistórico descubierto en esa localidad de China y da lugar al caso del cráneo golpeado. Datados esos restos como al menos en ciento veinticinco mil años, indicaría que ya entonces existían agresiones entre los individuos. Científicos de la Universidad de Witwatersrand de Sudáfrica consideran que las huellas que hay en ese cráneo indican que sufrió el impacto de un garrote o maza y que se curó y siguió viviendo. Parece ser una lesión típica de ese tipo de golpes y que se sigue observando hoy día en las cabezas de la gente que sufre una agresión del mismo tipo.

Aunque algunos medios han aireado el tema como si fuera algo extraordinario o sorprendente, no veo el motivo porque sin duda que la agresión entre individuos existe desde nuestro origen. No hay que olvidar que somos descendientes del mono y que si bajamos de los árboles fue gracias a una mutación genética del dedo gordo de la mano (o bien un acortamiento de la longitud de la mano respecto al dedo gordo o pulgar) que resultó positiva para el que la sufrió. Mutaciones hay continuamente pero la mayoría son inconvenientes más que ventajas. Sólo se transmiten a la descendencia aquellas que suponen una ventaja competitiva para el que la sufre.

Cuando un mono tuvo esa mutación genética en la mano, ésta se dotó de la capacidad de agarrar algo con fuerza si bien era defectuosa para balancearse entre las ramas de los árboles. En principio, ese mono no tendría las cosas fáciles para escalar en la jerarquía del grupo y acceder a las hembras. Pero pudo bajar del árbol y hacerse con una estaca o un femur de un esqueleto que estuviera en el suelo y dotarse de un arma tremenda. Ya no tenía que balancearse en las ramas o mostrar sus dientes ante otros miembros del grupo, sino que a estacazos y mamporrazos se hizo el amo del cotarro y tuvo a su disposición  a las hembras con las que copular y transmitir esa mutación del dedo gordo.

O sea, que las peleas entre esos monos primitivos a base de golpearse unos a otros con piedras o a bastonazos, sin duda existieron desde el momento en que la mano se convirtió en una herramienta idónea para agarrar objetos contundentes y manejarlos con fuerza y precisión. No sólo permitió que bajasen más tiempo de los árboles y pudieran defenderse en manada y a garrotazos contra algunos depredadores sino que condujo a peleas por el estatus entre los miembros del grupo. El más fuerte y hábil con la estaca sin duda sería el macho Alfa del grupo y de ahí se irían estableciendo las categorías.

Si alguien quería arrebatarle a otro su estatus y ascender  en la escala, se exponía a recibir un fuerte mamporrazo que podría ser mortal o sólo una lesión temporal como el del caso del cráneo golpeado que nos ocupa. Entre monos normales puede bastar la corpulencia y el tamaño de los dientes para establecer la jerarquía, aunque pueda haber también algún que otro mordisco, pero cuando se introdujo la capacidad de agarrar estacas o piedras con fuerza, sin duda que hubo golpes con consecuencias difícil de calibrar para el que los propina. Puede calibrarse la fuerza de una mordedura para causar un mayor o menor daño, pero es más difícil calibrar el efecto de un bastonazo sobre el cogote de otro individuo, porque depende de muchos factores, como el lugar donde impacte, el ángulo con que lo haga, el espesor del cráneo del receptor del golpe, etc.

Generalmente, entre los mamíferos, las jerarquías se establecen con muestras de poderío físico así como con algunas peleas que raramente son mortales. Pero la introducción de un elemento  como la capacidad de manejar objetos como armas ofensivas en el caso de los homínidos, rompió esa cautela existente en la naturaleza de las especies y las peleas adquirieron un nivel de gravedad superior no siendo raro que se produjeran graves lesiones o la muerte de alguno de los contendientes.

Nota: Para poder coger algo con fuerza hace falta que el dedo gordo o pulgar pueda girar respecto a la mano y tenga un mínimo de longitud respecto al resto de dedos de la mano. El pulgar de monos, orangutanes y gorilas es demasiado corto y no dispone de esa capacidad de giro. Pueden manejar pequeños objetos pero sin fuerza ni precisión suficiente. Los monos no pueden enfrentar la yema del dedo gordo con las yemas de cada uno de los demás dedos. El dedo pulgar relativamente corto y el resto de dedos largos es característico de los monos para poder balancearse entre las ramas de los árboles. Incluso el orangután, que anda por el suelo apoyándose en los nudillos de las manos, tiene esos dedos largos, lo que en un momento dado, podría facilitarle subirse a un árbol para ponerse a salvo de una amenaza, aunque no viva habitualmente entre ramas. Tuvo que existir una mutación que diera lugar a un alargamiento del dedo pulgar o un acortamiento de los dedos de la mano respecto al pulgar para que el homínido pudiera sujetar con fuerza objetos y manejarlos con precisión.

MIENTRASTANTO

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