La furia uteria femenina fue
considerada causa de una enfermedad que llamaron la histeria en las mujeres en el siglo XIX en el Reino
Unido. En la sociedad victoriana de la época se consideraba que las mujeres no
disfrutaban sexualmente en las relaciones de pareja y que eso producía en
algunas mujeres que se volvieran histéricas. Se ideó un tratamiento que se
practicaba como indica el cartel de aquellos tiempos que se muestra en la imagen anterior: el médico daba
masajes en la zona vulvar de la mujer hasta provocarle lo que se conocía como
el paroxismo histérico (que en realidad era el orgasmo).
Puede decirse que la
enfermedad de la histeria femenina se puso de moda en aquél momento histórico de esplendor del Imperio Británico. Mujeres que decían padecer
dolores musculares, jaquecas o migrañas eran diagnosticadas como necesitadas de
que las provocasen el paroxismo histérico. El tratamiento, en principio, no
tenía connotaciones eróticas. La mujer iba
la consulta acompañada de su madre, de su hermana o de su marido, o de todos ellos al mismo tiempo. Y allí,
delante de los acompañantes, el médico untaba sus dedos en lubricante y frotaba
por debajo de los vestidos la zona vaginal de la mujer hasta provocar el
mencionado paroxismo.
Cabe pensar que si la
enfermedad se puso tan de moda podría ser porque las mujeres encontraban placer
en el tratamiento y lo buscaban. Lo más probable es que una dama que hubiera
sido tratada contra la histeria y conocido el paroxismo se lo contara a sus
amigas y ellas rápidamente desarrollarían síntomas de enfermedad que las
llevase al consultorio masturbatorio para ser masajeadas.
Podría decirse que las
consultas de los médicos especializados en tratar la histeria femenina eran
realmente salones de masaje erótico femenino disimulado. En cuanto una mujer
dormía mal o tenía dolores de cabeza (o decía tenerlos), era llevada por su
familia o su marido a que le provocasen el paroxismo.
Mejora del tratamiento: vibradores
Cuando se inventó la
electricidad, se comenzaron a construir pequeños motores eléctricos y con ellos
se construyó el vibrador manual. Fue uno de los primeros artilugios eléctricos
fabricados y su uso iba destinado para las consultas médicas donde se provocaba
el paroxismo femenino anti histérico. En 1880, el médico J.M. Granville usó el
primer artilugio vibrador para masajes de vulva en su consultorio. Aseguraba el éxito en
diez minutos.
Los médicos se proveyeron de
esos vibradores y los usaban en sus despachos. Unos veinte años después, en
1902, una empresa vio el negocio de fabricar vibradores en serie para que las
mujeres no tuvieran que acudir a la consulta del médico a curarse de sus
histerias. La Hamilton Beach distribuyó el primer vibrador de venta al público.
Y los vibradores entraron en las viviendas inglesas de principios del siglo XX
como si fueran un artilugio médico más, como pudiera ser la jeringuilla o el
termómetro.
La extensión de los
vibradores por las casas hizo que las visitas a las consultas médicas bajasen
mucho. Las mujeres se daban sesiones en casa ellas solas. Y para la familia o
el marido era una gran ventaja, ya que se evitaban la molestia de ir al médico
y se ahorraban tener que pagar la sesión.
El vibrador no adquirió el
carácter erótico que tiene hoy hasta que en 1952 fue declarada esa histeria
femenina como una falsedad por la Asociación Internacional de Psiquiatras. Los
médicos dejaron de recetar masajes vulvares. Entonces, los que hacían cine
pornográfico, empezaron a grabar escenas de mujeres usando el artilugio y el
cacharro se convirtió desde entonces en un objeto de erotismo.
Un anuncio antiguo de vibrador en el que se anunciaba como masajeador para la relajación. Después de que los psiquiatras declararon que la enfermedad de la histeria femenina era falsa, el aparato dejó de emplearse para combatirla y hubo que buscarle otras aplicaciones. A partir de 1950 fue cuando se consideró objeto erótico.
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