De pagafantas humanoides a esperadores | Sobaco Global


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De pagafantas humanoides a esperadores

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El camino vital de muchos hombres parece ser al de pasar de pagafantas humanoides a esperadores. Conocen a la chica de sus sueños, se convierten en serviles amigos de ella hasta poder pasar esa barrera que da derecho a roce. Y después de la boda comienzan a comprender que se han convertido en humanoides que esperan mientras ella compra. Lo que empezó siendo un deseo de ligar y rozar acaba siendo una pesadilla de esperas y más esperas.

En cualquier gran centro comercial puede verse a hombres esperando a las entradas de las tiendas de moda de mujeres. Mientras ellas recorren los puestos de venta, se prueban vestidos, pantalones, blusas o zapatos, ellos languidecen esperando. De pie o sentados donde pueden, quizás meditan sobre su relación desde que eran pagafantas.



Esperando a que sus féminas compren moda

La forma de comprar femenina es en general diferente a la masculina. Las féminas miran y remiran la mercancía disfrutando con ello. Ir de compras es para ellas una especie de fiesta y comprar eleva su autoestima. Acumular prendas en su armario sin cesar parece su objetivo. Es un proceso continuo. La mayoría de esas prendas quedan inservibles a ojos de ellas rápidamente por el fluir de la moda.

Las mujeres son grandes consumidoras de ropa, complementos y cosméticos. Ellas mueven la economía con su consumo. Mientras tanto, ellos esperan y esperan a las puertas de las tiendas.

Un esperador se suicida:

Un desesperado se quitó la vida después de estar cinco horas de compras con su esposa

 A veces, puede acabar en tragedia, como el caso sucedido en Enero de 2014 en Japón. Uno de los esperadores, después de cinco horas de espera de su mujer a las puertas de las tiendas de un centro comercial, no pudo más y saltó al vacío desde una tercera planta de dicho local. Había ido de tienda en tienda y cuando llevaba tres horas esperando, le expuso a su mujer que ya estaba cansado de tanta espera y de acarrear bolsas de compra. Ella le increpó que era un miserable y otras lindezas desde entonces. Después de dos horas más de compras y reproches, el hombre saltó por la barandilla harto de ser un pagafantas y un esperador.





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