El hombre de la foto anterior es un asesino del siglo XX que hizo más daño que el histórico tristemente famoso Jack El Destripador del siglo XIX. Nuestro hombre, Peter W., mató a trece mujeres y lo intentó con otras siete a las que dejó heridas. Durante cinco años tuvo en jaque a la policía del condado inglés de Yorkshire, situado al noreste de Inglaterra. Veremos como operaba y después como fue descubierto.
Elegía a sus víctimas cuidadosamente de forma que la mujer estuviera sola y sin posibilidad de pedir ayuda. Por ello en varias ocasiones, cuando no encontraba a una desprevenida y deseaba matar, atacó a prostitutas. Es bastante fácil tener un encuentro a solas con una mujer que ejerce ese oficio y de eso se servía nuestro hombre
Comenzaba por darles un golpe fuerte en la cabeza que las tumbaba al suelo. Después las golpeaba a patadas con sus botas. A continuación comenzaba a apuñalarlas con un destornillador docenas de veces. No contento con esto procedía a extraer órganos internos y mutilaciones en los órganos sexuales femeninos, lo que se conoce como destripar, lo mismo que hacía el famoso Jack que operó en Londres a finales del siglo XIX.
Hay que recordar que ese famoso caso del siglo XIX no se resolvió y se han aventurado muchas hipótesis que se han plasmado en diferentes libros y películas. La prensa de la época le puso el nombre de Jack pero se ignora quién fue realmente. El caso que nos ocupa ahora sí que fue resuelto y ahora explicaré cómo.
La policía había hecho un retrato robot con las descripciones hechas por sus víctimas que habían sobrevivido pero no lograban identificar al autor. Y de hecho lo descubrieron por una casualidad.
Un día, en Enero de 1981, un coche patrulla vio un coche mal aparcado en una carretera y comprobó la matrícula. Resultó que era falsa. Les pareció sospechoso y siguieron un camino privado que llevaba a una casa. Al llegar allí se encontraron con Peter W. que estaba atacando a una mujer.
Detuvieron al hombre y lo sometieron a un interrogatorio. Después de varias horas, el sospechoso acabó confesando. Era el asesino destripador al que andaban buscando durante cinco años y cuya profesión, curiosamente, era la de sepulturero.
Fue juzgado pero los médicos forenses dictaminaron que padecía una enfermedad mental por lo que fue condenado a cadena perpetua en un penal psiquiátrico. Estaría loco pero no era alguien furioso enajenado fuera de sí que arremetía contra el primero que pillase y en cualquier sitio: cometía sus crímenes con gran cuidado de no dejar pistas y de forma muy calculada. Es decir, era extremadamente peligroso.
En 2010 fue revisado su caso por ver si había desaparecido su tara mental pero no se apreció tal circunstancia por lo que a principios de 2015, cuando escribo este artículo, sigue encarcelado.
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