El primer gran
fraude en las Olimpíadas fue histórico. El protagonista fue el Emperador
romano Nerón. Cuando los romanos conquistaron Grecia en el siglo II antes de
nuestra era, continuaron con la tradición de los juegos olímpicos comenzados
por los griegos. El prestigio para los ganadores en esas competiciones era
enorme. Venían a Olimpia gentes a presenciarlos desde todos los países del
entorno, desde Persia o Egipto hasta España.
Nerón se empeñó en
que quería participar en los juego y se presentó con un carro tirado por
dieciséis caballos nada menos, para participar en la carrera de cuádrigas, uno
de los platos fuertes. A las pocas vueltas, se cayó de la cuádriga pero fue
coronado como vencedor y laureado.
Ser lauredado en una
prueba como vencedor convertía a esa persona en un semi héroe.
Por ejemplo,
algunas ciudades daban un importante premio en metálico si un ciudadano de
ellas ganaba una de las pruebas en las olimpíadas. Aparte, se le levantaba
estatua en mármol o bronce como si fuera un Dios.
Un cuádriga famoso
fue Exaenetus, de Sicilia. Venció en dos Olimpiadas. Cuando regresó triunfante
por segunda vez a su ciudad, cientos de carros tirados por caballos le
escoltaron en la entrada. Y para que el monumental séquito pudiera entrar en la
ciudad con prestancia, hasta derribaron parte de las murallas para dejar paso.
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1 comentarios :
No sabía lo de Nerón. Pues pobres camilleros, porque creo que era un "tomo". En fin, cualquiera le explicaba al lunático que caerse era ridículo, desde ese punto de vista, premiarlo, fue una sabia decisión.
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